domingo, 7 de septiembre de 2008

La izquierda totalitaria

Emilio Palacio | http://www.eluniverso.com/2008/09/07/0001/21/files/emilio_palacio1000.jpg
epalacio@eluniverso.com

nota del Blog:( No a la dictadura del buro politico de Correa..lucha por tu derecho adesarrollar tu potencila sin que un estado te limite a vivir en la pobreza)

La izquierda totalitaria
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Nicaragua, 22 de agosto del 2008. La justicia nicaragüense ordena el congelamiento de las cuentas bancarias del poeta y sacerdote Ernesto Cardenal, que acaba de cumplir 82 años, para obligarlo a pagar una multa de mil dólares por supuestas injurias contra un empresario alemán. El ex ministro de Cultura de la Revolución Sandinista atribuyó la orden judicial a una “venganza política” del presidente Daniel Ortega, a quien ha criticado públicamente.

El Salvador, 10 de mayo de 1975. Un comando guerrillero del Ejército Revolucionario del Pueblo (ERP) asesina al poeta revolucionario Roque Dalton, que pasó buena parte de su vida en el extranjero, huyendo de las dictaduras militares. Dalton era miembro del ERP pero sus compañeros lo acusaron de agente de la CIA, entre otras razones, porque era hijo de un norteamericano. Varios años después, el ERP reconoció que las acusaciones contra Dalton habían sido falsas.

España, 22 de junio de 1937. En medio de una tormenta nocturna, una decena de individuos armados con fusiles ataca la cárcel de Alcalá de Henares y se lleva en un coche al revolucionario catalán Andreu Nin y algunos de sus camaradas. Nin no pertenecía al Partido Comunista (PC) sino a un grupo rival, el POUM (Partido Obrero Unificado Marxista), que mantenía el control de los sindicatos de Cataluña en medio de la guerra civil contra Francisco Franco. Para librarse de él, el PC lo acusó falsamente de agente secreto de los fascistas y lo hizo encarcelar. Pero su prestigio era tan grande que Nin seguramente habría sido liberado. Antes de que eso ocurriese, el PC organizó su secuestro. Nunca se encontró su cadáver.

Por alguna razón difícil de entender, un sector de la izquierda ha creído siempre en su carácter mesiánico. “Somos los buenos, los salvadores, los ‘buen dato’, así que nada de lo que hagamos podrá estar realmente mal. Quizás un error humano por aquí o por allá, pero nada que no se pueda corregir”. Ricardo Patiño declaró días atrás a una agencia de prensa extranjera que si el proyecto de nueva Constitución concentraba demasiado los poderes, eso no importaba, porque “somos nosotros los que estamos en el Gobierno”.

Los que piensan así no comprenden ni comprenderán nunca que el poder corrompe y que la única manera de evitarlo es con mecanismos de compensación; siendo parte, por ejemplo, de un partido democrático donde las decisiones no recaigan en un grupo pequeño de personas (el consabido “Buró Político”), o impidiendo también que todo el poder se concentre en una sola institución del Estado, como la Presidencia.

Cada vez que la izquierda despreció esos contrapesos, acabó solazándose en el más sangriento de los círculos del infierno y asesinando incluso a sus coidearios.

Rafael Correa no tiene un partido democrático detrás. Él toma todas las decisiones. Su Buró Político solo puede aconsejarlo, y si anda de mal genio, igual los insultará y gritará, como es su costumbre. De ese modo, el poder político del Estado paulatinamente ha ido recayendo completamente en sus manos.

Es el camino que siguió siempre la izquierda totalitaria. Si le permitimos avanzar, ya sabemos cómo acabará la historia.

Pelucón No, pelucón Sí


Francisco Febres Cordero |

Nota del blog: (esta es la verdad sobre los pelucones y debemos denunciarlos porque le hacen mal al pais)

Pelucón No, pelucón Sí
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Con la revolución ciudadana el término pelucón se impuso en el léxico ecuatoriano. Si bien hasta el momento ningún lingüista lo ha definido con exactitud, todos sabemos que califica a quienes, antes del siglo XXI, eran conocidos como aniñados, es decir, esos que se preocupan por ir vestidos a la moda, se movilizan en autos de lujo, hacen ostentación de su poder, buscan amistades solo entre sus pares, viven en urbanizaciones exclusivas, mandan a sus hijos a colegios y universidades privadas y tienen sus ojos puestos en Miami. En resumen, son horribles.

Tan horribles que el Correa no deja de referirse a ellos y endilgar a todo opositor que se le cruza por delante ese sambenito: pelucón. Claro que entre los numerarios y supernumerarios de Alianza PAIS hay varios, pero como ellos están adscritos a la revolución ciudadana, no cuentan: son pelucones de forma, pero no de fondo.

Por eso, si ustedes se encuentran con un señor que va en un auto de lujo escoltado por una enorme, desafiante caravana, no crean que es un pelucón: es un funcionario del Gobierno nomás. Y si ese funcionario hace, de pronto, parar a toda su numerosísima comitiva para ordenar que metan preso a quien, parado en la esquina, hizo un gesto lesivo a su majestad, no lo confundan con un pelucón: es el Presidente de la República nomás.

Tampoco crean que es un pelucón todo aquel que se viste con ropa diseñada especialmente para él: es el Presidente de la República nomás. Sus camisas son tan exclusivas que se las hizo sacar al mismísimo ministro de Educación que, creyendo que ese era el uniforme de los maestros de la revolución ciudadana, las comenzó a usar.

El Presidente dispuso que esas camisas solo podía llevarlas él y nadie más que él. ¡Pobre ministro! Quedó para vestir guayaberas, máximo. ¡Y tan contento que estaba!

Y pelucón tampoco es todo aquel que tiene a sus hijos en establecimientos privados. ¡No! Alguien no pelucón, como el Correa, tiene derecho a dar a sus hijos la mejor educación posible, esa que no se alcanza en los establecimientos públicos.

Y pelucón tampoco es quien va a comprar un jet y un helicóptero para su movilización personal: es el Presidente de la República nomás que, después de pasar muchas penurias, revolucionará su flota para ponerla a tono con el siglo XXI que, entre otras cosas, ha reinventado la majestad aeronáutica del poder.

Y pelucón tampoco es el que despide al cocinero criollo que le cocinaba y que daba al pescado, al pollo y a la carne de res una similar sazón; por eso, en su lugar contrató un chef belga que hace que el pescado parezca pollo y que el pollo sepa a carne de res. ¡Ese no es un pelucón!: es el Presidente de la República nomás, cuyo paladar tiene derecho a reclamar los exquisitos efluvios que demanda la majestad de su rango.

O sea, pelucón es todo aquel que, ostentando privilegios, está por el No.

En cambio quienes ostentan sus privilegios y, además, insultan a todos los que piensan distinto y, con un desdén altanero, demuestran a cada paso su prepotencia, pero están por el Sí, jamás pueden ser calificados como pelucones.

Porque pelucón solo rima con oposición. Y punto.