domingo, 7 de septiembre de 2008

Pelucón No, pelucón Sí


Francisco Febres Cordero |

Nota del blog: (esta es la verdad sobre los pelucones y debemos denunciarlos porque le hacen mal al pais)

Pelucón No, pelucón Sí
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Con la revolución ciudadana el término pelucón se impuso en el léxico ecuatoriano. Si bien hasta el momento ningún lingüista lo ha definido con exactitud, todos sabemos que califica a quienes, antes del siglo XXI, eran conocidos como aniñados, es decir, esos que se preocupan por ir vestidos a la moda, se movilizan en autos de lujo, hacen ostentación de su poder, buscan amistades solo entre sus pares, viven en urbanizaciones exclusivas, mandan a sus hijos a colegios y universidades privadas y tienen sus ojos puestos en Miami. En resumen, son horribles.

Tan horribles que el Correa no deja de referirse a ellos y endilgar a todo opositor que se le cruza por delante ese sambenito: pelucón. Claro que entre los numerarios y supernumerarios de Alianza PAIS hay varios, pero como ellos están adscritos a la revolución ciudadana, no cuentan: son pelucones de forma, pero no de fondo.

Por eso, si ustedes se encuentran con un señor que va en un auto de lujo escoltado por una enorme, desafiante caravana, no crean que es un pelucón: es un funcionario del Gobierno nomás. Y si ese funcionario hace, de pronto, parar a toda su numerosísima comitiva para ordenar que metan preso a quien, parado en la esquina, hizo un gesto lesivo a su majestad, no lo confundan con un pelucón: es el Presidente de la República nomás.

Tampoco crean que es un pelucón todo aquel que se viste con ropa diseñada especialmente para él: es el Presidente de la República nomás. Sus camisas son tan exclusivas que se las hizo sacar al mismísimo ministro de Educación que, creyendo que ese era el uniforme de los maestros de la revolución ciudadana, las comenzó a usar.

El Presidente dispuso que esas camisas solo podía llevarlas él y nadie más que él. ¡Pobre ministro! Quedó para vestir guayaberas, máximo. ¡Y tan contento que estaba!

Y pelucón tampoco es todo aquel que tiene a sus hijos en establecimientos privados. ¡No! Alguien no pelucón, como el Correa, tiene derecho a dar a sus hijos la mejor educación posible, esa que no se alcanza en los establecimientos públicos.

Y pelucón tampoco es quien va a comprar un jet y un helicóptero para su movilización personal: es el Presidente de la República nomás que, después de pasar muchas penurias, revolucionará su flota para ponerla a tono con el siglo XXI que, entre otras cosas, ha reinventado la majestad aeronáutica del poder.

Y pelucón tampoco es el que despide al cocinero criollo que le cocinaba y que daba al pescado, al pollo y a la carne de res una similar sazón; por eso, en su lugar contrató un chef belga que hace que el pescado parezca pollo y que el pollo sepa a carne de res. ¡Ese no es un pelucón!: es el Presidente de la República nomás, cuyo paladar tiene derecho a reclamar los exquisitos efluvios que demanda la majestad de su rango.

O sea, pelucón es todo aquel que, ostentando privilegios, está por el No.

En cambio quienes ostentan sus privilegios y, además, insultan a todos los que piensan distinto y, con un desdén altanero, demuestran a cada paso su prepotencia, pero están por el Sí, jamás pueden ser calificados como pelucones.

Porque pelucón solo rima con oposición. Y punto.

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